Hablar a solas ya no es de locos

Ya no se puede tildar de insanos a los que en apariencia conversan consigo-mismo. Si vas a un supermercado, a la farmacia, al parque o el teatro te sorprenderás mirar la gente en un dialogo interminable que tu desconoces. A veces están en facebook o Twiter, comunican una interesante noticia para remolacha net o cualquier otro blog, o simplemente conversan con la familia a través de un aparato celular con un dispositivo que no se nota, mientras escogen productos que sabiamente le aconsejan a través del hilo conversatorio. Da gusto verles meter con fortaleza inexplicable la uña en la piel de la calabaza, oprimir el aguacate con la yema de los dedos o diferenciar en una compra de auto cuando le ofrecen el regalo de aceptarle el auto viejo por un valor sobre-evaluado que es irreal. (Yo tuve una feliz compañera que se vanagloriaba por sus diálogos íntimos, uno de esos seres especiales que aparentan ser ángeles brotados de la nada.) Por ejemplo, me ha sucedido que viajando con Yahaira mi hija menor, dentro de las conversaciones he notado que me habla cosas que se salen de lugar y como tiene dos papis descubro al final que habla al mismo tiempo conmigo y con el padre de sus hijos. Y es que el papi viejo se deja engañar fácilmente por cuestiones de poner el corazón en todas las cosas pero el papi nuevo vela por los vástagos y la lozanía de la compañera que no quiere le arrebaten. Resulta que además de los dos ojos en la cara tiene un tercero en la frente para entender y manejar en cierto modo el mundo que habita.

Mi madre conversaba con las flores, también con el yanten y el apasote que eran plantas medicinales. Su jardín era un lugar especial donde pasaba las horas como el que asiste a un retiro para conversar con Dios. Yo converso con las fotos en ciertas ocasiones y esta vez observando la foto de Julio Cesar Tejeda, amigo de infancia y compañero de pupitre tengo que reconocer que lo llame por apodo trivial y me morí de la risa con el después de algunos 30 años de no verle. Aunque soy un crítico implacable de Facebook tengo que hacer pública mis excusas a este sistema de interacción social que me ha permitido el encuentro con grandes amigos del pasado, muchos de ellos que creía ya muertos. Por facebook he tenido también la oportunidad de descubrir que mi tía Nitin Troncoso quien fue también mi adorable profesora en intermedia tenía dentro de sus haberes artísticos la condición de ser pintora y poeta, algo que nunca me manifestó personalmente tal vez por su condición humilde de ser.

Claro está que también por este medio se cuelan infortunadas noticias como la muerte de Polín Acosta un gran ser humano y extraordinario amigo con el que tuve la grandiosa oportunidad de compartir momentos hermosos cuando ocupe la posición de manejo de la ODC en la ciudad de Cotuí por allá por los años 1973 o 1974. Y después sumar la muerte de tía Rosa, una tía en cierto modo cibernética que creo nunca escudriño ni siquiera por desandar los caminos de facebook pero que se hizo notoria dentro de su familia cercana y lejana como algo milagroso por el amor que prodigo a todos los que tuvieron la dicha de conocerle en persona.

Realmente el mundo ha dado cambios de siglos en apenas cuarenta o cincuenta años. Recuerdo que en un momento mi padre me confesó estar satisfecho con haber vivido por asistir a la caída del muro de Berlín. Me quiso decir que tenía la satisfacción de morir en paz. Para aquel entonces nuestro dialogo era sobre la era de Gorbachov y la perestroika.

Aunque se cuelan noticias amarillas a montón con la agravante de problemas de narco-trafico, pandillerismo, criminalidad en las escuelas y la inseguridad de las calles, el mundo aun es un lugar hermoso para vivir. Cierto es que nos hemos dejado arrebatar hasta la moral y que tenemos que entender que la gente que murió en su mayoría eran seres de conductas intachables con la frente bien en alto, pero me atrevería a decir que visualice antes esta vida que hoy vivimos. Siempre pensé que la respuesta a tantas injusticias que el mundo vivía un día desembocaría en tragedia catastrófica.

De todos modos hay que aceptar que lo que vivimos no es tan fiero como se pinta, el mundo no está en sus finales como muchos predican. El planeta nos está dando una lección de cómo tratarle y tratarnos a la vez nosotros. Hagamos minutos de silencio, conversemos con nosotros mismos, busquemos dentro de la blancura de nuestra interioridad un dispositivo cibernético que delate el hilo umbilical que nos conecta al creador. Sigamos hablando a solas, que ya no es cosa de locos.